Innovación, desarrollo sostenible y economía social
Las empresas cooperativas y la economía social son fundamentales para «promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos» (Objetivo 8 la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible [1]).
Desde hace décadas, prevalece un pensamiento y una práctica económicos centrados, principalmente, en la construcción de mercados competitivos, con una constante ampliación de los espacios para los negocios, entendidos casi únicamente como empresas propiedad de accionistas orientadas a la maximización de beneficios. Y promoviendo la reducción del Estado y de sus funciones. Esta época, dominada por la idea de que el desarrollo económico y el bienestar social dependen sobre todo del libre juego de las fuerzas del mercado y del capital, ha sido interrumpida por cinco crisis sucesivas: una recesión global; la subsiguiente rigidez política de la austeridad económica; una pandemia que, a escala universal, ha paralizado la sociedad y las economías; el regreso de la guerra al continente europeo y al Medio Oriente; y la omnipresente emergencia climática.
Cada una de estas crisis, considerada individualmente, pero sobre todo su concatenación, ha generado la alerta sobre la cuestión social y los límites a los que se enfrentan las fuerzas del mercado para abordarla y ofrecerle alternativas y soluciones. Pese a la persistencia del predominio del individualismo, ha comenzado a resurgir una necesidad de socializar, como capacidad colectiva, para responder a los riesgos y amenazas a los que la sociedad está expuesta. Se ha intentado responder a esta necesidad de socializar con las tecnologías de la información y las redes sociales y con el regreso del Estado protector. Las tecnología y las redes sociales han devenido en auténticos monopolios económicos y la sociedad ha respondido con desafección hacia lo público, con pérdida de valores éticos y morales.
Ante este panorama, se hace preciso el planteamiento de alternativas económicas y sociales que den respuesta a las diversas crisis y afronten la cuestión social. Se precisa la búsqueda de un modelo de pensamiento y acción que permita conciliar actividad económica, desarrollo social y sostenibilidad ambiental. Que, en la medida de lo posible, contribuya a aportar confianza en las instituciones públicas democráticas. Aquí, es donde desempeña su rol la economía social y solidaria. Los comunicados e informes, emanados recientemente de organismos internacionales, hablan de su importancia socioeconómica: “Plan de Acción para impulsar la economía social y crear empleo de la Unión Europea” (2022) [2], “Resolución relativa al trabajo decente y a la economía social y solidaria” de la OIT (2022) [3], “Recomendación del Consejo sobre la Economía Social y Solidaria y la Innovación Social” de la OCDE (2022) [4] y “Resolución: promover la economía social y solidaria para el desarrollo sostenible”, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (2023) [5]. Todos ellos consideran que la economía social y solidaria aporta los siguientes valores a la cuestión social y a las políticas públicas: otorgan la primacía de las personas y de los intereses sociales y medioambientales sobre los intereses del capital; reinvierten ganancias y excedentes en actividades que benefician a socios, a usuarios y a la sociedad en general; aportan gobernanza participativa y democrática.
A partir de estas reflexiones, dedicamos el Dossier del número 21 de la revista Ciudades Creativas Kreanta al tema Economía social y solidaria.
Maravillas Rojo, economista, presidenta de Abacus Cooperativa, nos habla en Abacus, una cooperativa singular sobre la entidad que se estructura en cinco áreas de actividad: establecimientos, espacios de servicios, tienda virtual y central logística; educación y robótica escolar; periodismo de proximidad; editoriales de no ficción, clásicos, infantil y juvenil; y creación y distribución de contenidos audiovisuales.
“La singularidad de Abacus no se debe solamente a ser referente en la creación de contenidos educativos y culturales de calidad sino también por la composición de sus asociados”, afirma Rojo: socios consumidores y socios de trabajo. Las personas asociadas de trabajo “aportan el mismo capital social en igualdad de condiciones”, desde el personal directivo al de producción y servicios (…). Por tanto, todas ellas tienen el derecho a elegir y ser elegidas para los órganos de representación. Esa es la virtud de la democracia cooperativa”. ¿Qué se exige además del trabajo?: “compromiso con el proyecto y profesionalidad”.
Además de generar riqueza, es objetivo de Abacus “transformar el mundo desde la educación y la cultura” a través de la economía social. En este sentido, Maravillas Rojo destaca los valores que identifican a la Cooperativa: innovación social, “desde el interés colectivo y con ambición colectiva”; compartir la propiedad; sistema de gobernanza en el que cualquiera puede ser elegido, elegida y elegible; abanico distributivo restringido.
Abacus es un referente en el mundo de la cultura y de la educación que, “actualmente, tiene un millón de personas socias de consumo, 552 socias y socios de trabajo, cuenta con 47 establecimientos, 40.000 suscriptores, 7 revistas y 10 semanarios locales; 5 editoriales y productoras de contenidos y multimedia. La facturación anual ascendió, en 2022, a 98 millones de euros.
La presidenta del Congreso y de la Comisión Permanente de la Corporación Mondragón, Leire Mugerza, reflexiona sobre Corporación Mondragón, una red internacional de cooperativas. El artículo es la plasmación de los contenidos de una entrevista realizada presencialmente por Félix Manito y Emilio Palacios, presidente y director adjunto de Fundación Kreanta. En ella, Leire Mugerza ofrece, de entrada, una reflexión sobre el aporte que realiza la Corporación a la gobernanza participativa y democrática: “En el modelo cooperativo la igualdad es un principio tan básico que nunca se ha cuestionado que pueda ejercer la presidencia una mujer”. Esta no es la única y principal característica de la Corporación. Para que exista una gobernanza participativa y democrática se requiere de una estructura como la de Mondragón, que se fundamente en: la formación y la educación, iniciales y permanentes; el trabajo asociado; la innovación constante; la intercooperación, ayuda mutua; unas normas comunes que definen un escala retributiva limitada y la parte de los beneficios que han de destinarse a reservas voluntarias.
Planteada la posibilidad de reproducir modelos cooperativos diferentes en espacios diversos, Mugerza considera que los modelos, y en concreto el modelo Mondragón, no pueden ser copiados miméticamente. No se puede aplicar los modelos como fórmulas mágicas: “es difícil replicar, en entornos de perfil diferente (…), como si se tratase de una especie de laboratorio en el cual vamos a crear las circunstancias y seguro que logramos los mismos resultados”. Por otro lado, es preciso tener claro que “cuando no hay empresa, difícilmente va a haber cooperativa”. Es decir, es muy importante que la gestión sea muy eficiente, que sea rentable y que efectivamente sea sostenible, porque si no lo es, evidentemente, la cooperativa no se mantiene.
La Corporación Mondragón dispone de cuatro áreas: industrial -la más potente-, finanzas, distribución-consumo y conocimiento. En estas cooperativas trabajan 70.000 personas (60.000 en el Estado español y 10.000 en el resto del mundo). El volumen de ventas es de 11.000 millones anuales (2023), aproximadamente. Se exporta el 70% de la producción, principalmente de la industrial. Y tiene una de cada cuatro patentes en el País Vasco.
Aunque la visibilidad del mundo cooperativo es limitada, en relación con otras tipologías de empresas, Mondragón ha recibido de las Naciones Unidas un reconocimiento explícito por su labor como modelo empresarial en un informe [6] en el que recomienda a los Estados que favorezcan los modelos empresariales cooperativos.
Por su parte, la doctora Ana Leticia Carosini Ruíz-Díaz, profesora en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Asunción (Paraguay), en Economía social y solidaria en Latinoamérica, incide también en la importancia que tiene para la economía social y solidaria la visibilidad. En la entrevista realizada online por Emilio Palacios, director adjunto de Fundación Kreanta, afirma que, para generar entornos que ayuden a la economía social y solidaria a desarrollarse de una manera sostenible y poder incidir en las políticas públicas que buscan el bienestar de la sociedad se precisa de “las redes, la innovación y, sobre todo, la visibilidad”. En este sentido, se manifiesta crítica con los Organismos Internacionales que, en sus diferentes documentos, se limitan a “promocionar” la economía social y solidaria sin aportar los recursos necesarios para que sus recomendaciones tengan “reflejo efectivo de acción directa”.
Por su conocimiento y experiencia docente e investigadora, la profesora Carosini ofrece un amplio panorama de la economía social y solidaria en América Latina. Afirma que, si bien la Economía Social surgió en Europa, Latinoamérica le puso el “apellido” Solidaria. Pone como ejemplo al pueblo guaraní que dispone originariamente de una palabra propia para indicar la idea de “ayuda mutua”, la solidaridad. Las cooperativas se generan como alternativa al modelo económico neoliberal, a partir del principio del trabajo comunitario, por lo que la Economía Social y Solidaria ha desempeñado un rol históricamente importante, posicionándose como espacio clave para la inclusión sociolaboral y el desarrollo de proyectos basados en relaciones de cooperación, control democrático y solidaridad, así como de empoderamiento de la mujer.
Pese a considerar que nos existen registros adecuados que reflejen la realidad de la economía social y solidaria en Latinoamérica, Carosini aporta como buenas prácticas latinoamericanas las que se realizan en Brasil, cooperativas agrícolas, principalmente, y en Argentina, donde resalta el importante rol desempeñado por las cooperativas generadas a partir de las empresas recuperadas, muchas de ellas con vocación de servicio público (agua, gas, electricidad y teléfono para pequeñas poblaciones).
Descargar CCK Revista nº 21
[1] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/economic-growth/
[2]https://ec.europa.eu/social/main.jsp?langId=en&catId=89&newsId=10117&furtherNews=yes#navItem-1
[3] https://www.ilo.org/ilc/ILCSessions/110/reports/texts-adopted/WCMS_848664/lang–es/index.htm
[4] https://legalinstruments.oecd.org/api/download/?uri=/public/9fb3ff40-8e07-42d9-9b23-c6973bb506dd.pdf
[5] https://unsse.org/2023/04/19/historic-moment-for-the-sse-at-its-66th-plenary-meeting-the-un-general-assembly-adopts-the-resolution-promoting-the-social-and-solidarity-economy-for-sustainable-development/?lang=es
[6] Las cooperativas en el desarrollo social. Informe del Secretario General (2023). https://www.ica.coop/es/sala-de-prensa/noticias/nuevo-informe-secretario-general-onu-cooperativas-desarrollo-social
Emilio Palacios
Director adjunto de Fundación Kreanta. Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea. Ha desempeñado responsabilidades de planificación, organización y gestión en los Departamentos de Trabajo y de Educación del gobierno de la Generalitat de Catalunya en los ámbitos del empleo, la formación profesional y la evaluación de la formación.